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Colaboraciones
Los impactos de los accidentes se pueden conmensurar en función de muchos parámetros; por ejemplo, por las vidas humanas perdidas, por el daño ambiental causado o por las consecuencias económicas, sociales y políticas atribuibles al accidente. Estos parámetros, de caracterís- ticas tan disímiles, son muy difíciles de comparar entre sí; y dependiendo de cual se elija, la comparación “por accidentes” de cada tecnología de generación de energía eléctrica puede ser muy dispar.
Es bien sabido que, medido en vidas perdidas de tra- bajadores involucrados, la tecnología de generación eléc- trica que causa más accidentes es la de combustión de carbón. Año tras año se producen accidentes en las minas de carbón, por derrumbes y explosiones, que ocasionan enormes pérdidas de vidas.
En términos de vidas de miembros del público los acci- dentes más severos han sido los causados por fallas en represas hidroeléctricas (sólo la falla de la presa Banqiao en China en 1975 provocó alrededor de 26.000 muertes por inundación, 145.000 por inanición y subsecuentes epidemias, dejando a 11 millones de personas sin hogar (además, muy recientemente, una posible falla de la presa de Oroville en los Estados Unidos llevó a la evacuación de 180.000 personas).
Si el impacto accidental fuera conmensurado en tér- minos de daños al medioambiente (entendiendo como medioambiente el conjunto de circunstancias o condicio- nes en las cuales una persona o comunidad vive, trabaja, se desarrolla, etc., y las condiciones externas que afectan la flora y fauna), las consecuencias de los accidentes aso- ciados a las tecnologías de combustibles fósiles, particu- larmente gas y petróleo, son dominantes. Los combustibles fósiles – carbón, petróleo y gas natural – causan daños ambientales significativos, los que incluyen contaminación del aire y el agua, pérdida de vida silvestre y hábitats, y, notablemente, emisiones que causan efecto invernadero y calentamiento global. Verdaderas catástrofes ambientales han ocurrido durante la explotación de combustibles fósi- les. Sólo a título de ejemplo, la explosión de la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México en 2010 causó el mayor desastre ambiental en la historia de los Estados Unidos de América.
Los impactos de accidentes asociados con la producción de energía a partir de fuentes renovables distintas a la hidroeléctrica, tales como la eólica, solar, geotérmica y biomasa han sido imperceptibles. Sin embargo todas han tenido cierto impacto ambiental cuyo tipo exacto e inten- sidad varían según la tecnología específica utilizada, la ubicación geográfica y otros factores.
Los tres accidentes ocurridos en centrales nucleares, Three Mile Islands, Chernobyl y Fukushima, se caracteri-
zaron por ocasionar un extraordinario impacto político, económico y social, con amplísima cobertura mediática. Sin embargo el impacto medido en pérdida de vidas hu- manas fue muy bajo. En Three Mile Islands ni siquiera se excedieron las dosis límite establecidas para la operación normal de la planta. En el caso de Fukushima el estudio internacional sobre su impacto concluyó que no se obser- vó ningún efecto temprano de la radiación en la salud de los trabajadores o de los miembros de la población que pudiera atribuirse al accidente y no se prevé un aumento discernible de la incidencia de efectos en la salud relacio- nados con la radiación entre la población general expuesta y su descendencia. Chernobyl fue el único accidente con consecuencias medidas en vidas humanas: tres decenas de trabajadores murieron a causa del accidente y un centenar incurrió en síndromes agudos de radiación, y se contabili- zaron alrededor de siete mil cánceres pediátricos no letales de tiroides atribuibles al accidente; pero la población en general incurrió en dosis de radiación relativamente bajas, comparables a las recibidas por prácticas médicas de ra- diodiagnóstico.
EPíLOGO
Los hallazgos del UNSCEAR sobre el impacto de radiación atribuible a las diversas tecnologías empleadas para gene- rar electricidad, que fueran acogidos con beneplácito por la Asamblea General de la ONU, posiblemente sorpren- derán a muchos organismos gubernamentales involucrados en la planificación energética, en la salud pública, en la protección ambiental y en la seguridad en el trabajo, así como a organizaciones no gubernamentales, y por supues- to al público en general. No debe olvidarse que las evalua- ciones fuero hechas por el UNSCEAR, un cuerpo de gran prestigio científico e indiscutible independencia.
Pero el mayor impacto debería ocurrir sobre las preo- cupaciones y normativas relacionadas con la protección contra las radiaciones ionizantes. Este epílogo no pretende dejar la impresión que el sistema de protección contra radiaciones ionizantes es erróneo. Lo que aspira es a cuestionar su alcance. El sistema está muy centrado en las actividades o instalaciones que utilizan directamente las radiaciones ionizantes, aunque no produzcan incrementos sustanciales de dosis, y no tanto en aquellas basadas en otros fenómenos (como la combustión o la presión eólica), pero que dan lugar a un incremento de la exposición a ra- diaciones ionizantes como producto secundario.
El tiempo parece oportuno para que los especialistas en radioprotección incluyan en sus esfuerzos la protección de trabajadores y miembros del público contra las radiaciones ocasionadas por las fuentes de energía eléctrica no nuclea- res.
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Abel J. González • RADIOPROTECCIÓN • No 91 • Abril 2018





















































































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